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¿A quién escuchas cuando escuchas?


"Escuchar al otro, en último término, abrirme a la posibilidad de que su palabra me transforme"

En un proceso básico de comunicación, existe un emisor de un mensaje y el receptor. Si el emisor transmite un mensaje hablado y siente que es ignorado, éste seguirá actuando y pensando de una misma manera. No se esfuerza por cambiar para ser una mejor persona, sentirá que no lo escuchamos porque seguramente es cierto. Puede pensar que nada de lo que diga cambia el curso de las cosas y termina dejándose llevar por el flujo de la situación sintiendo que no hace diferencia.

Esto, trasladado a una relación, ocasiona una sensación muy grande de frustracón e impotencia y una reacción final de resignación que produce un grande abatimiento. Abatimiento que ocasiona cuestionar la autoestima, el valor por uno mismo y la dignidad de las personas sintiendo discapacidad emocional. Sentirse en una relación adulta como si la pareja controlara la vida propia como la de un niño.

Y seguramente, si escucháramos a los niños, posiblemente descubriríamos que ellos también reaccionan negativamente cuando perciben que no poseen poder de transformación en el comportamiento de sus padres. Un hijo frustrado y controlado totalmente le quiere expresar a su padre:

"Papá, no importa lo que yo diga, las cosas siempre se hacen como tu resuelves. Nada de lo que te diga logrará que las cosas sean distintas. Siempre se hace tu voluntad. Mi palabra no te toca, no te mueve, es estéril. ¡Siento que no me escuchas!".

No nos han enseñado a escuchar. Conozco muchas personas a las que los silencios les cuestan trabajo. Como si cuando guardamos silencio, algo terrible pudiera pasar. Por el contrario, cuando no hacemos silencio es imposible que las palabras del otro hagan eco en nosotros. Respondemos con velocidad sin permitir que las ideas permeen en nuestro cerebro. Mientras parece que escuchamos al otro, a quien realmente escuchamos es a nosotros mismos en nuestro diálogo interno. Es lo que llamo las conversaciones privadas, solemos preparar argumentos para defendernos de lo que el otro dice. Desde ese lugar parece que a la única persona que escuchamos es a nosotros mismos. Entonces quedamos atrapados en un diálogo propio sin lograr hacer la diferencia en lo que yo le digo al otro o en lo que el otro me dice a mí.

Necesitamos encontrar formas más efectivas de escucharnos, haciendo lo siguiente:

  • Procura detener las ideas dentro de tu cabeza.

  • Escucha con mucha atención lo que el otro dice, con tal cuidado, que incluso pudieras repetirlo razonablemente.

  • Toma unos minutos antes de responder. Disfruta los silencios.

  • Haz empatía con el otro.

  • Haz pausas con tus pensamientos.

  • Expresa lo que quieras comunicar.

Si quieres que tu pareja y tus hijos te escuchen, fortalece tu escucha. Eso solo se logra con la práctica. No hay nada más delicioso que sentirse escuchado. Una forma maravillosa de hacerle el amor a una mujer es mirarla a los ojos y escucharla con atención.

Y tú, ¿sabes escuchar?

Ana Maria Arizti


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