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Y tú, ¿tienes el control de tu estado de ánimo?


¿Alguna vez has sentido la sensación de soledad, desamparo, angustia y tristeza?

Esta sensación es muy común en nuestra sociedad. Funcionamos en un ambiente de estrés constante. La sensación es tan desagradable que buscamos evadirla tratando de distraer nuestra atención ya sea llenándonos de actividades, conectándonos en las redes sociales, comiendo con ansiedad o comprando compulsivamente.

Tenemos la falsa creencia que de esta manera la sensación desaparecerá, sin embargo, esto no es así. Incluso podemos evadirla por momentos, pero a la larga esta sensación solo toma fuerza para hacerse más presente.

Otra forma, la mas común para evadir la sensación de vacío, es involucrarnos en relaciones que no son precisamente las más sanas. De pronto podemos encontrarnos con alguien que nos demuestra su cariño y nos aferramos a esa persona como si fuera nuestra única opción en el planeta. Demandamos que esa persona nos mire, nos quiera, esté al pendiente de nosotros, y muchas veces podemos aguantar malos tratos, desplantes, violencia, agresiones. Todo con tal de que la otra persona no nos deje.

Y así empiezan las relaciones entre adultos pero también siendo adolescentes. Necesito que me des todo el amor que no pude recibir de mis padres y quiero que me lo des solo tú. Que no te vayas, que no me abandones, porque sin ti me muero. O como bien diría José José: Espera un poco, un poquito más, para llevarte mi felicidad. ¡Patético! Si el otro se va, ¿se lleva todo? Qué miedo.

Mientras sigamos viviendo con esta sensación y no nos hagamos responsable de ella, nuestra seguridad emocional, nuestro estado de ánimo y nuestra paz dependerán constantemente de otra persona. Es como si dejaras lo más preciado que es el sentirte pleno en manos de otra persona.

¿Que necesitamos hacer? Aprender a estar con nosotros mismos. Disfrutar nuestros espacios de soledad, contar por lo menos con tres amigos íntimos con quienes pueda compartir la vida, tener un hobbie, frecuentar lugares que gustan, conectar con la naturaleza, mirar lo que tengo, agradecer, meditar. De esta manera se aumenta la frecuencia en la que se vibra en la vida, y confiar en que merecemos todo el amor y todo lo bueno que se pueda aparecer en el camino.

Eso se llama confianza Ontológica. La confianza de que nada malo va a suceder y que se puede enfrentar a lo que sea. De esta manera no tengo por qué buscar mi felicidad en alguien más. Esperar a que el otro me mire, me cuide, me procure. Es una ilusión que no se cumple. No puedo ofrecer nada que yo no tenga primero en mí.

Hace algunos días impartí un curso pre-matrimonial y pude observar la idea errónea que tenemos cuando nos casamos. Se nos pide ofrecerle al otro votos pre-matrimoniales. Estamos tan desconectados que incluso ya existen votos matrimoniales en Google, ¿En dónde está lo exclusivo de nuestra pareja, lo íntimo, lo nuestro?

Los votos matrimoniales generalmente son: “Prometo hacerte feliz todos los días de mi vida”. ¡Tú no puedes hacer feliz a nadie si no eres feliz primero contigo mismo! Hoy, a mi edad, me doy cuenta de que podría hacer solo un voto a mi pareja y ese sería:

“Prometo ser feliz, hacerme cargo de mí persona emocional y económicamente. Darle un sentido a mi vida y vivir plenamente para no ser una carga para ti, para poder caminar a tu lado, haciendo equipo, siendo testigo y cómplice de tu vida.”

Hoy me doy cuenta y aprendo que lo mejor del mundo es tener el control de mi estado de ánimo y no dejarlo en manos de alguien más, sea quien sea.

¿Y tú, tienes el control de tu estado de ánimo?

Ana María Arizti


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