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Cómo tener una buena relación con tus hijos


Establecer una buena relación con tu adolescente parece que depende del trabajo en equipo formado por tu hijo y tú. Es normal que lo veamos de esta forma pues, ¡una relación es de dos vías! Y es verdad. Sin embargo, hay una cuestión que hemos perdido de vista. Antes de trabajar en la relación con nuestros hijos hay algo que tenemos que hacer por nosotros mismos. ¿Quieres saber qué es?

Primero contesta estas preguntas:

  • ¿Te diste cuenta que tus hijos están más grandes y más cerca de dejar el nido?

  • ¿Cómo te sientes al respecto?

  • ¿Cuánto esfuerzo dedicaste para que se convirtieran en seres independientes?

  • Y ahora la pregunta del millón…

  • ¿Ya sabes qué vas a hacer con tu vida después de que ellos se vayan?

Aun si pudiste responder tranquilamente o se te retorcieron las tripas quiero proponerte algo:

¿Qué tal si trabajamos con nuestras ideas, valores y creencias sobre lo que es ser padres y si dedicamos tiempo y amor a trabajar con nuestro sentido y proyecto de vida?

Es a esto a lo que me refiero cuando digo que antes de trabajar en la relación que tienes con tus hijos debes de hacer algo por ti mismo. Hacerlo o no repercutirá directamente en el vínculo que haya entre ustedes. Déjame explicarte.

Muchas veces nuestro proyecto de vida se convierte en casarnos, tener hijos, educarlos, trabajar para darles lo mejor, etc.: cuando se van (si es que dejamos que se vayan y no nos convertimos en un lastre para ellos), nos quedamos con una sensación de vacío muy fuerte. Podemos caer en una terrible depresión y nos quedamos con mucho tiempo y pocas cosas para llenarlo. Ya no tenemos que llevarlos a clases particulares, ya no vamos a la papelería, tampoco tenemos que cocinar para todos porque ahora somos menos. Se escuchan voces que dicen “¡Mamá ya llegué!”, “¡Papá ya me voy!” (a veces lo único que escuchamos de ellos durante el día), no por falta de interés sino porque ahora ellos están ya inmersos en aquellas actividades que los acercarán a sus sueños.

Quizá ahora están en la universidad o están buscando un trabajo de becarios para abrirse camino en la vida y entonces, claro, no les da tiempo de ver a sus amigos a quienes tienen que dedicarles el fin de semana. Prácticamente empiezas a sentir tu casa como un lugar en donde tus hijos llegan a dormir y se van muy temprano para continuar con sus actividades.

La casa está cada vez más vacía, hay menos que hacer y menos con quién estar.

El silencio cada vez es más evidente: ya no escuchamos aquella música a todo volumen de la cual algún día nos quejábamos, tampoco ese programa de televisión que nos chocaba y no entendíamos el por qué les causaba risa, las luces de la casa ya no están prendidas y desaparece en el tiempo aquella voz tuya, desde luego, diciendo de manera melodiosa (bueno, no tanto): “¡Niñosssss, ¿cuántas veces tengo que decirles que apaguen la luzzzz?!”

Quizás estás pensando: “De verdad que Ana es dramática”… Y si sí, es que aún no estás ahí, pero créeme: ese día llegará, es inminente. ¡Calma! El objetivo de este artículo no es mandarte a la tienda para comprar pañuelos desechables, galletas de animalitos y 3 litros de helado para alimentar tu depresión, ¡al contrario! La idea es sembrar en tu mente una semilla de reflexión para que cuando ese día llegue estés preparada positivamente y dispuesta a aprovecharlo hasta las últimas consecuencias y hacer magia con esa etapa tan maravillosa de tu vida y de la vida de tus hijos.

De nuevo, ¡a contestar preguntas!

  • ¿Cuáles son tus gustos?

  • ¿Qué te apasiona en la vida?

  • ¿Qué te falta por hacer y por vivir?

  • ¿A qué te gustaría dedicarte?

  • ¿Qué es eso que siempre habías querido estudiar y que nunca habías podido por falta de tiempo?

  • ¿Hay algún trabajo que te gustaría tener?

  • ¿Cuáles son tus sueños, tus deseos?

  • ¿Lo sabes?

Ahora que tus hijos están construyendo su vida como seres independientes, ¿cuál será ese proyecto de vida que hará que te levantes todas las mañanas apasionada, llena de energía y que te haga sentir viva?

Un proyecto que no incluya ni a tu marido ni a tus hijos, ¿qué sería eso que pudiera lograr que te levantaras de la crisis más fuerte? Incluso si tu marido o tus hijos faltaran.

¿Lo estas pensando? ¿Ya lo tienes?

Bueno, pues ese proyecto, ese sueño y/o esa idea ¡serán la clave para que tengas una buena relación con tus hijos! Tendrás algo que compartir con ellos, porque no te convertirás en una carga o una preocupación; al contrario, podrás compartir tanto con ellos que no te lo imaginas. Y ellos se sentirán plenos al verte plena.

Cuando hacemos eso, cuando nos miramos y llevamos a cabo los sueños que tenemos nos volvemos padres mucho más interesantes para nuestros hijos: tienen algo que admirar, algo que compartir, un tema apasionante del cual pueden ser partícipes… En ese momento las casas vacías se van convirtiendo poco a poco en espacios a los que ansiamos llegar para compartir lo vivido, lo soñado, lo que nos mueve en la vida; podemos propiciar que la televisión no se prenda por las noches, porque las sobremesas se ponen demasiado interesantes, se abren espacios para la reflexión, para compartir con tus hijos lo que vives, a los retos que te enfrentas, a los logros, a las alegrías y también a las decepciones.

Es entonces una forma maravillosa de educarlos desde otro lugar, no desde el sermón ni desde el “deberías” si no desde tu propia vivencia, desde tu ética para hacer las cosas, desde tu pasión y desde tu propia reflexión.

¿Ya tienes tu proyecto de vida? ¡Me encantaría escuchar tus comentarios! Escríbeme a contacto@anaarizti.com

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