Nuestros hombres nos hacen falta.
Desde que empecé a estudiar a la familia desde el enfoque sistémico, he realizado un trabajo intenso logrando mirar, reconocer, agradecer y honrar al hombre. Creo que durante años hemos vivido en una guerra absurda de género. Entre hombres y mujeres ¿Quién es más que el otro?, ¿quién hace mejor las cosas? ¿quién expresa mejor sus sentimientos?
Cuando convivo con mis alumnas, de pronto quisiera expresarles mis inquietudes haciéndoles la siguiente pregunta:
¿Qué tanto confías en el hombre que elegiste para ser el padre de tus hijos?
Porque, si confiaramos sería mucho más fácil ceder el poder y el control que muchas veces ejercemos en nuestras familias.
Si bien todos tenemos las perfectas razones para ser como somos y actuar como actuamos, ¿por qué a las madres nos es tan difícil hacernos a un lado y dejar que los padres tomen control de la situación?
¿Será tal vez que el hombre solo se ve hoy como un proveedor?
En conversaciones con distintas mujeres, y analizando a muchos padres de familia, veo que a muchos les cuesta trabajo convivir con sus hijos, otros están absortos en el trabajo, o están tan cansados que al momento de llegar a casa les cuesta trabajo convivir. Es difícil tener su atención y lo único que hacen para distraerse es dar un salto al celular para desconectarse del mundo que los rodea. Caen rendidos en un sillón, empiezan a roncar antes de poner la cabeza en la almohada. O carecen de conversaciones profundas y nutritivas. En fin, pareciera que algunas de las madres dentro del sistema familiar están solo para hacerse cargo de los hijos y educarlos mientras el esposo trabaja.
Es claro que los hijos necesitan a sus padres jugando, conversando, discutiendo; vaya, una palabra lo engloba: un padre que conviva con sus hijos.
Es importante que un adolescente conviva con su padre. ¿Cómo habrá sido la relación de nuestras parejas con su propio padre? Hace poco hice esta pregunta en una conferencia y solo dos hombres de 20 contestaron que habían tenido una relación estrecha.
Creo que, como dice mi amiga Carmina: en ocasiones los hombres no se dan cuenta que, al trabajar y esforzarse en que no nos falte nada, lo que en realidad nos falta son ellos mismos, su persona. Lo más importante: su conversación, su cariño, su sencillez, sus bromas, sus risas su sentido del humor.
Estoy convencida que, si somos muchas mujeres castrantes y controladoras, es porque nos está faltando en la fórmula el complemento masculino. Sepan todos que un gran número de mujeres no queremos regalos costosos, lo que necesitamos es nutrirnos de una convivencia agradable en pareja en donde nuestros hijos puedan ser testigos de una buena relación entre sus padres.
Ana María Arizti