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El abrazo en la pareja

Nuestra primera experiencia de vida es de separación. Si no nos separamos de la madre morimos en el útero. Esta separación es dolorosa y es sinónimo de vida. Creemos entonces que nuestra experiencia vital será de constante separación, rechazo e inseguridad, es aquí en donde nace la huella de abandono, no porque nuestros padres nos hayan abandonado, si no porque cambiamos de dimensión separándonos de nuestra madre y es uno de los primeros dolores de la vida.

La historia personal está enmarcada por separaciones que se registran como “falta de “. Vivimos en la búsqueda y esperanza de llenar estas carencias adoptando mecanismos que al evitar el dolor se convierten en mecanismos desviados, con los cuales no se siente el dolor pero se acaba pagando un precio aún mayor. Evitar el dolor y no afrontarlo no es de gran ayuda, sin embargo se nos ha enseñado que no necesitamos sentir dolor y que lo mejor es evadirlo, es el mensaje que se nos manda desde que somos pequeños, así desarrollamos mecanismos para defendernos, que en psicología conocemos como ajustes creativos, que son los que nos sirven mientras que somos pequeños, cuando somos adultos y seguimos comportándonos de la misma manera y no nos funciona se conoce como experiencias obsoletas.

El abrazo es la posibilidad real de sentirse lleno porque conduce directamente al dolor evitado y lo libera, limpiando el estigma de la carencia. En lo más hondo el alma sabe que la separación no existe, que nunca hemos estado separados. Sólo la añoramos. Distraídos por la ilusión, esta añoranza es una puerta abierta a la carencia. Eliminada la venda que ciega, el verdadero proceso de separación puede comenzar. Este proceso real de la independencia, del dar de la unidad y del amor. Nada que no ha estado unido puede separarse.

Para que una relación de pareja funcione se debe saber dar. El adulto que fue niño y recibió, tiene algo que dar. Se requiere ser adulto para ser pareja.

El niño de nuestro interior necesita para crecer acomodar sus vínculos primarios, del pasado, los vínculos con papá y mamá quienes son las figuras más importantes desde el momento en el que nacemos y dejar así que las riquezas de los vínculos nuevos, los vínculos de amor, tengan espacio propio para expandirse.

Sin el otro no recibimos vida. Sin el otro no puede seguir la vida. Sin el otro no se sobrevive. El otro alimenta, carga y limpia cuando es imposible hacerlo por uno mismo.

El otro guía cuida, protege.

Necesitar a otro es alinearse a nuestra condición de humanos, necesitados de otro para transcendernos.

Es sabido que pedir ayuda es un camino seguro de liberación interior. Sólo a través del otro se puede continuar con la vida y trascenderse.

El otro es el puente para llegar a casa. Es espejo y reflejo. En el encuentro de los cuerpos, no sólo hay reflejo, también aflora el alma.

Con el otro se reconoce el amor.

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